miércoles, 27 de abril de 2011

Próxima lectura. Historia de una Maestra. Josefina Aldecoa

Como homenaje a Josefina Aldecoa, en nuestro próximo debate discutiremos sobre su libro autobiográfico "Historia de una Maestra".

Buena lectura, y para saber más

domingo, 24 de abril de 2011

Escritos en la botella. La Caja Negra. Amos Oz (III)

Por la gracia del Todopoderoso
Tel-Aviv, 23 de Iyyar de 5751 (16-5-1991)

Sr. Boaz Gideon
Prisión de Be’er Sheva

Estimado Boaz:

Aunque siempre has sido una mula, por supuesto heredado de tu padre que no te legó, desafortunadamente, su cobardía, que te habría evitado meterte en todos los problemas con los que me amargaste en tu juventud escandalosa, espero que aprecies que dedique parte de mi escaso tiempo a escribirte.

Bien conoces que tengo una alta misión con todo el pueblo de Israel, con los que compartimos nuestras vidas y también con nuestros gloriosos antepasados que nos alientan con su ejemplo a ser un pueblo orgulloso de decidir su destino. Pero más que con los que han hecho de nuestra Patria lo que es hoy y que con los que ahora habitamos en ella, la misión que tengo es con nuestros descendientes. Mi misión es que en esta tierra que el Todopoderoso concedió a Abraham y a la que Moisés nos devolvió tras uno de nuestros obligados exilios siga oyéndose la Palabra de Yahvé. La Palabra que nos distingue de los indignos hijos de Ismael y sus aliados, todos ellos alimañas sedientas de nuestra sangre, que serán destruidos y restituirán, lo quieran o no, lo que nos han robado a lo largo de los siglos.

En esta misión no sobra nadie que quiera a su tierra. Tú tampoco sobras Boaz. Eres fuerte, siempre lo has sido, pero muy iluso has de ser si crees que tu fortaleza te durará los más de 25 años que vas a estar encerrado rodeado de esa inmundicia árabe. Nuestra patria necesita que todos ocupemos nuestros puestos. La contienda es dura, y nuestros enemigos, aunque peores, son muchos y tienen mucho odio. Nos odian porque nos envidian, somos los Elegidos y el Señor nos ha puesto una dura prueba al rodearnos de la peor calaña, pero saldremos victoriosos.

No te voy a repetir los argumentos que te expuse hace un año antes de que tuviéramos que poner orden en la pomposa “Fundación Alexander Gideon por la convivencia y contra el fanatismo”. Dabais refugio a los peores enemigos de nuestra tierra, a sanguinarios terroristas y a todos aquellos que hablaban con lengua de serpiente y que inoculaban el peor veneno a nuestra juventud. No puede haber condescendencia con los asesinos y con los traidores, con aquellos que quieren ver que nuestro pueblo sea una vez más expulsado y se arrastre por todos los continentes. Hemos recuperado Sión, no lo vamos a perder una vez más. No negaré que no derramé ni una lágrima cuando supe que tu madre murió en el asalto, no me quedaban después de que fuera la concubina de todo árabe que pasara por tu casa; aún conservo las cartas en las que me daba todos los detalles. Me avergonzaba por Yifat, qué prueba de vida para ella, afortunadamente ha estado en las mejores manos. Qué prueba también para mí: no odiarla, no despreciarla, sí sentir lástima, sí esperar su arrepentimiento. Doy mil gracias a Dios por no haberla odiado.

Boaz, tú todavía tienes el tiempo que tu madre no quiso tener. Lo que queda de tu fundación y tus tierras pueden ser la palanca de una nueva vida para ti, con ellas puedes ayudar a tu patria, puedes ayudarnos en nuestra guerra. ¿Acaso no se desgarra tu alma de ver a las mujeres y niños asesinados en los mercados, en los colegios, en los autobuses? ¿Es justo que nuestros valientes jóvenes sean secuestrados y cruelmente descuartizados por esa horda de hienas? ¿No te destroza por dentro ver a nuestros enemigos detrás de sus pañuelos larvando su odio y esparciendo la muerte allá por donde pisan?... Todos hacemos falta Boaz, todos, cada uno con su responsabilidad y posibilidades, pero todos somos necesarios.

Reflexiona, por una vez en tu vida, reflexiona. Después del próximo Sabbath, el Sr Zakheim irá a verte. Decide si volvéis juntos o asume el castigo al que tu herencia y tus errores te han llevado finalmente. Esta vez no seré yo el que te saque las castañas del fuego. Contigo el abismo llama al abismo, pero no pierdo la fe en que el Todopoderoso te haga escuchar por una vez mi voz. Si el Señor nos advirtió de que los arrepentimientos nos salvan de su ira, arrepiéntete, Boaz y abrázame como al padre que fui contigo, abrázame y, ayudando a tu patria, sálvate de la ira de Dios.

Afectuosamente,
Excmo. Sr. Mijael Sommo (Ministro de Construcción y Vivienda)

Ps: Tu hermana te envía recuerdos, no entiende tu actitud, pero como es generosa y pura de corazón, perdona, por el amor que le profesas, el hecho de que seas el responsable de la muerte de su indigna madre. Sé generoso con ella y dale la tranquilidad de espíritu que se merece.

Escritos en la botella. La Caja Negra. Amos Oz (II)

A Boaz Brandstetter
Mansión Gideon
Zikhron Yaakov (Sur)
Por la gracia de D..s
Jerusalén
28-07-1989

Querido y admirado Boaz

Como seguramente ya sabes, mamá esta muy enferma. Te escribo esta carta porque necesito compartir contigo, mi único hermano, la enorme tristeza que siento al ver cómo la vida de Ilana se apaga por momentos. Siempre he sentido que si alguna vez tuviera que pedirte algo, harías lo que estuviera en tus manos para ayudarme. Pues ahora tengo que pedirte algo, y es olvides todo lo que nos ha separado estos años y que vengas a vernos. Te necesitamos.

Al contrario de lo que igual piensas, en nuestra casa nuestra no existe lugar para el odio ni el rencor, y mucho menos aun hacia tí, Boaz. Michel siempre dice que existen únicamente dos tipos de hombres dentro de la raza humana: Los que utilizan lo que encuentran en su entorno para su provecho personal y los que, por el contrario, dan todo lo que tienen sin tener en cuenta el coste para buscar la felicidad del prójimo. Y tú, yo lo sé Boaz, perteneces, al igual que Michel y mamá, a esta segunda categoría. Y no lo digo únicamente porque seas mi hermano, sino porque desde siempre, desde que era una niña he sentido la pureza de tu espíritu detrás de ese enorme cuerpo rebelde.

Michel siempre habla de tí con admiración y respeto. A pesar de las cosas horribles que has dicho y escrito sobre él en tu periódico, siempre encontraba alguna justificación para defender tu comportamiento. Recuerdo cuando publicaste en tu periódico aquella sucesión de mentiras, que no solo mancharon su imagen sino que desencadenaron el hundimiento de la constructora que con tanto esfuerzo y dedicación había levando para darnos a tu madre y a mí una posición digna. Recuerdo, Boaz, cómo entonces levantó su voz amenazando a cualquiera que se atreviera a decir una sola palabra en contra tuya. Nadie tiene derecho a juzgarte, dijo, él ha sufrido toda la injusticia y crueldad que este mundo es capaz de generar.

Una vez Michel me dijo, después de que un árabe matara en un mercado a siete almas inocentes, que él podía haberte ayudado. Que no hizo lo suficiente y que seguramente ésa sea la penitencia que tiene que pagar su pueblo por su falta de coraje.

Cuando miro la foto que tenemos tuya en el salón, una en la que debes tener unos tres o cuatro años, y pienso en todo lo que has tenido que sufrir, abandonado a tu suerte por quién seguramente tanto admirabas, no puedo evitar llorar y desear al mismo tiempo poder darte todo ese amor que te faltó y que seguramente aun te falte.

Te digo todo esto, Boaz, para que sepas que te queremos, que no hay un solo día que no este en nuestra oraciones

Te escribo esta carta, hermano, en esta noche calurosa de verano desde la habitación de un sucio hospital de Jerusalén. Mamá está tranquila, a veces se despierta en mitad de la noche y pronuncia tu nombre, pero no con angustia, sino con calma. Y con esa misma calma acaricio su mano y le digo que seguramente mañana vendrás a verla .

Los médicos dicen que únicamente puede curarse si es operada, pero es una operación muy costosa y nosotros, como seguramente sabes, no tenemos ya dinero. Yo no se nada de medicina, Boaz, pero creo que se equivocan. Lo que tiene mamá es tristeza, y la tiene desde hace mucho tiempo, desde que os separasteis cuando era yo niña. Desde entonces, estoy segura de eso, le falta algo, y ese algo eres tu, su hijo.

Por eso te escribo, para que vengas a verla, para que vengas de nuevo a nosotros y formes parte de nuestra familia. Tu madre se esta muriendo porque te necesita, yo también te necesito, y Michel, él es quien mas te necesita de todos. Es el hombre mas bueno que conozco y vive torturado por no haber sido capaz de salvarte. Dale una oportunidad, Boaz, y dátela también a ti mismo. Eres un hombre bueno y te mereces ser feliz y olvidar tu tortuoso pasado, como nosotros olvidaremos también el nuestro.

Con todo mi amor y esperando verte pronto
Yifat

Escritos en la botella. La Caja Negra. Amos Oz

Una nueva botella llena de escritos. En el pasado mes de marzo tuvimos el debate sobre La Caja Negra, novela epistolar de Amos Oz que narra la relación entre un profesor de reconocido prestigio que vive a caballo entre Inglaterra y Estados Unidos y la familia que dejó, en toda la extensión de la palabra, en Israel.
De nuevo, nos hemos encontrado con una botella literaria llena de cartas que quizás hubieran podido formar parte de la primera edición de la novela. Ejemplo una vez más del eterno dilema de cuándo se acaban las obras, qué incluir en las mismas... Serán los lectores de este humilde blog los que decidan si nuestro autor hizo bien no incluyéndolas.

Se presentarán en entradas distintas debido a su extensión.
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Querido Michel (*)
Hoy que acaba la Shivá1 encuentro la fuerza necesaria para escribirte. Hace siete días que Alec nos ha dejado.

Siento que se marchó tranquilo, acompañado de Boaz y de mí. Se fue apagando suavemente su halo gélido y su misterio, con el que nos impregnó a todos los que le conocimos. Me miró compasivo y cerró los ojos.

Esa última mirada me recordó a un día de abril, cuando estaba embarazada de Boaz y esperaba la llegada de Alec a casa tras el trabajo. Había preparado un sendero de velas encendidas que iluminaban el camino desde la entrada de la casa hasta nuestro salón, donde yo le esperaba. Recuerdo nítidamente la expresión de su cara, mirándome extrañado y agradecido de aquel detalle. Así se despidió de mi. Extrañado y agradecido.
Boaz y yo nos abrazamos. Todo quedó en silencio. La atmósfera se heló por un instante.
Mientras yo cubría los espejos de la casa 2, la luz de la vela que puso Boaz en el cabecero de la
cama de Alec calentó progresivamente nuestros corazones.

Ese mismo día 3 realizamos el entierro. Boaz quiso hacer la Keirá y recitó el Kadish4. Sobre él, echamos tierra del terreno de su padre, ahora la hermosa casa de Boaz. Para despedirnos de Alec, Boaz y yo colocamos piedras. Como ellas, allí estaremos siempre nosotros, con él y acordándonos de él.

Necesito explicarte, Michel, qué he vivido yo estos meses. No puedo esperar que comprendas por qué he actuado así con él, por qué acudí en su ayuda para socorrerle, para cuidarle y para estar a su lado en sus últimos días. Pero mi ser sabía que tenía que estar precisamente ahí, con Alec. Por eso me marché de casa.

En este tiempo he podido mirar con ternura la fragilidad de Alec y su aislamiento. Boaz y yo hemos intentado paliar su soledad.

Cada tarde sacaba a Alec al porche, para ver desaparecer la luz. Apenas hablábamos. Sobraban palabras. He sentido, simplemente, su presencia y eso me ha hecho bien.

Hemos podido ‐aunque por el breve lapsus que la enfermedad de Alec nos ha permitido‐ observar juntos a nuestro hijo, manejándose en la vida que se ha organizado en la casa ‐antes en ruinas‐ del padre de Alec… De nuestras cenizas hemos visto renacer flores…

Este tiempo juntos creo que nos ha servido para reconciliarnos, para dejar a un lado el odio mutuo que tanto mal nos hizo a cada uno y para volver a mirarnos a la cara con ojos limpios. Para comprender que la vida no es fácil y que compartimos un largo trecho del camino juntos.

Alec y yo un día fuimos algo parecido a una familia. Hubo un amor extraño entre nosotros. Un amor intenso que nos corroyó y nos rasgó, un amor que exprimimos y destruimos. Después, como bien sabes, también entre nosotros sobrevino un odio intenso. Vivimos el abandono mutuo y el despecho, los rencores, la incomunicación y el silencio amargo.

Michel, gracias por llamarte la semana pasada. ¡Cuánto bien me hizo escuchar tu voz y sentir que no tenías rabia hacia mí! Yo, de forma instintiva, sabía que en algún lugar de la tierra existirían almas venidas de otro mundo, pero nunca había visto una tan de cerca de mi como la tuya.

Quiero agradecerte cómo te has portado conmigo, con nosotros. Cómo has construido alrededor mío y de nuestra preciosa hija un hogar cálido. Cómo te has preocupado de Boaz este último tiempo, y cómo incluso ahora, tras mi huida hacia Alec, incomprendida por todos y sobre todo por tu familia, tras tu dolor inicial por la situación extraña, has sido capaz de abrir tu corazón y ser generoso como para dejarme acabar lo que empecé sin exigirme algo a cambio y sin condiciones.
Michel, en tu corazón grande hay compasión y no desprecio, hay comprensión y amor por las personas. Lo que tú me has ofrecido, permitiendo despedirme y cerrar la herida abierta con Alec, supone poder reemprender mi marcha en el camino con una serenidad y con una paz interna que por años he ansiado recobrar.

Siento profundamente si mis acciones te han confundido, te han causado dolor y te han asustado, al desorientar tu idea de mis sentimientos hacia ti. No tengo miedo a mostrarme, a presentarte mis confusiones y la maraña de sentimientos que me ha envuelto. Me siento empujada a confesarte mis miserias y mis emociones, no tanto para que me absuelvas, sino para que me ames ‐si puedes‐ tal como soy. No me siento culpable sino sincera y veraz. Me muestro ante ti como lo soy ante los ojos de Dios, ese Dios al que tú tanto acudes.

Gracias por tu generosidad, Michel. Espero que hablemos pronto. Tengo ganas de abrazar a nuestra hija y de verte.

Ilana


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1 En el duelo del ritual judío ante la muerte, la ley judía estipula tres periodos sucesivos de luto, que disminuyen gradualmente su intensidad: Shivá (primeros seite días de luto); Shloshim (treinta días después de la muerte) y Avelut (doce meses hebreos desde una muerte). La semana de Luto (Shivá) comprende los siete primeros días inmediatamente después del entierro y sirve para ayudar a las personas enlutadas a enfrentar el fallecimiento acontecido. La forma más apropiada de observar la Shivá es que la familia esté reunida en la casa del fallecido.

2 El ritual judío exige que a la cabecera se coloque una luz o vela en recuerdo de que “el alma es la luz del Señor” (Proverbios 12:21). También se acostumbra a cubrir los espejos y objetos de adorno para que ningún símbolo de lujo o de la vanidad del hombre aparezca en esos momentos.

3 En un ritual funerario judío, es de suma importancia que el entierro sea realizado lo antes posible, preferentemente el mismo día.

4 Posteriormente, se realiza la Keriá (rasgadura de la ropa que se está usando), que es la manera religiosa de expresar la amargura por la pérdida de un ser querido. Keriá es una expresión externa de las emociones interiores de aquellos que están de luto y es obligatoria para el padre o madre, hijo/a, hermano/a y los cónyuges. Al pie de la tumba, vuelta a cerrar, el hijo o algún familiar cercano -varón- pronuncia el Kadish (plegaria). Luego, el cuerpo es llevado para ser enterrado. Al llegar los familiares y amigos al lugar escogido deben, inmediatamente, bajar el ataúd a la fosa. También se acostumbra a colocar una pequeña piedra o un puñado de tierra sobre la sepultura y despedirse del muerto antes de retirarse.


* Nota del Editor: Todas las cartas encontradas, excepto ésta, estaban datadas. El autor afirma de forma no oficial que su intención era situarla una semana después de la última carta de la primera edición.

viernes, 22 de abril de 2011

Escritos en la botella. El Profeta. Khalil Gibran

Es curioso cómo en las botellas de la literatura, y no se habla de Bukowski, Hemingway o Fitzgerald, se esconden sorpresas. Tras haber debatido en febrero el místico libro de El Profeta, que no suscitó grandes adhesiones, nos hemos encontrado con una de esas botellas literarias. ¿Qué hallamos? ¿Unos capítulos apócrifos de El Profeta? ¿Por qué en castellano? Tantas preguntas... Mejor dejamos un tiempo para ser respondidas, o mejor dejamos que sean los entendidos y místicos quienes quieran contestarlas. Ahí van:

EL DINERO

Entre los allí reunidos preguntó un mendigo: ¿y qué nos puedes decir, maestro, sobre el dinero?

Y él respondió:

Vuestros corazones se pueden permitir compadecerse de necesitado que pide con vergüenza en la puerta de la sinagoga. Vuestra mano puede permitirse entregarle el par de monedas que vuestro bolsillo contiene.

En vuestra mesa puede haber un plato de comida más para el hambriento y vuestra jarra puede dar agua al sediento. Vuestra humilde casa puede dar cobijo al indigente.

Vuestras palabras pueden ser generosas para alabar abiertamente a aquel que, como espejo en el que reflejaros, os hace soñar porque consiguió alcanzar más de lo que inicialmente tenía a base del sudor de su frente y de sus ahorros.

Es cierto que todo ello hace que vuestros corazones se sientan más vivos y más llenos de amor. No lo niego.

Sin embargo, yo os digo que para experimentar una emoción intensa en vuestros corazones debéis permitiros sentir empatía, también, por aquél que lo ha perdido todo porque derrochó y vivió por encima de sus posibilidades, ignorando los peligros ocultos que la senda de la vida le tenía preparados.

Vuestros ojos deben permitirse mirar con ternura profunda al que se equivoca en la vida. Debéis permitiros reconocer en ese hombre la posibilidad de vuestro propio crecimiento. Sed valientes y permitíos con vuestros hechos apoyar a este hombre en todo lo que esté en vuestras manos.

Pues, precisamente, son los pasos que este hombre recorrerá en el complicado sendero de su vida, los que le permitirán a él llegar a un nuevo nivel de entendimiento y, a su vez, permitirán a vuestros corazones alcanzar un sentir más profundo.

Porque, si una estrella que modifica su luminosidad hace cambiar la luz del cielo, la sabiduría y el nivel de conciencia que consiga aportar un solo hombre al conjunto de la humanidad enriquecerá a todos los hombres de forma global, permitiendo construir el sueño de un mundo mejor.

LA MODESTIA

Almustafá, el bienamado, después de una larga y serena mirada en la que se fundió una vez más con el desbocado corazón de Almitra, dispuesto a levantarse y dirigirse al puerto donde le esperaba el anhelado barco que le devolviese a su jardín, fue requerido por un grupo de clérigos. El que los encabezaba, con un gesto grave hizo acallar a la muchedumbre, lanzada en una espiral de lamentos y llantos desconsolados.

- Por favor, antes de tu infausta partida, háblanos de la modestia.

Una leve brisa movió las túnicas de la apesadumbrada comitiva.

Él, primero cerró los ojos, luego se arrodilló sobre la playa y suavemente cogió dos puñados de la fina arena de Orfalese, a continuación se levantó decididamente y, mirando con severidad a los que le interpelaban y, posteriormente, con dulzura al pueblo, les habló a todos. Les dijo:

“En esta arena bendecida por el viento y por el mar, en esta arena refulgente de sol he meditado muchas mañanas. Mientras rezaba, oía vuestros comentarios, al principio de sorpresa y duda y luego de estima.

Largo tiempo llevó que vuestra estima se mostrara.

De igual forma que el marino que cada mañana echa sus redes junto a un arrecife conocido y obtiene la pesca habitual, bendice su suerte y luego por el azar de las olas es llevado a otro arrecife y comienza a llenar su barco de grandes peces plateados; de igual forma que este marino siempre vuelve al primer arrecife con la desconfianza de que la abundancia del segundo ha sido un accidente y no volverá a pescar nada en él y bendice la suerte habitual; de igual forma que este marino cada vez que vuelve al segundo, pesca los enormes y sabrosos peces plateados; de igual forma que este marino regresa con más intención al arrecife de los peces abundantes y visita el primero con menos frecuencia; de igual forma que este marino bendice ahora el gozo de llenar sus redes en la plenitud del nuevo arrecife, vosotros, pueblo de Orfalese, bendecís la dicha de llenar las redes de vuestra alma cuando venís a verme.

En este caladero generoso, mi amistad y mi palabra se comportan como manantial sin límite que calma vuestra sed y llena vuestras redes. Venís a mí con vuestra alma abierta, hambrienta y sedienta y os vais saciados. Pero no os preocupéis de que me extinga, no es sino vuestra amistad lo que renueva el alimento que os ofrezco. No sois vosotros los bendecidos, lo soy yo al recibir vuestra humanidad plena.”

Se arrodilló de nuevo y suavemente hizo círculos en la arena con las manos. Cruzó su mirada con Almitra y prosiguió con su alocución a la multitud.

“He acariciado tanto esta arena que la siento como una parte más de mis manos y mis pies y de todo mi cuerpo que ha tenido la dicha de descansar en ella. Esta arena ha sido, y es, la prolongación de mis sentidos en los que se ha vertido en abundancia vuestra amabilidad y amor. Esta arena blanca es para mí el pueblo de Orfalese.

Cada uno de sus granos es un recio habitante de este orgulloso pueblo. Cada vez que he reposado sobre ella estaba reposando sobre vuestra generosidad. He estado reposando sobre vosotros, me he alimentado de vosotros y así renovado el alimento que yo os he ofrecido.”

Miró entonces a los clérigos.

“Me preguntáis sobre la modestia. Contad, contad los granos de arena de esta pequeña playa. Multiplicadlos por cien veces cien y así habré sido colmado en amistad y amor por este pueblo que aguanta con serenidad los embates de las olas del mar y la furia del viento. Multiplicadlos por mil veces mil y así tendréis una medida aproximada del orgullo que siente mi alma por haber servido de consuelo a las almas de este pueblo.

Orgullo que no tiene ni una brizna de vanidad, orgullo del que ha servido y sólo ha sido servido para devolver multiplicado lo que se le ha sido regalado. Orgullo que no ha sido utilizado para construir templos, mi templo abarca hasta donde extienden mis brazos; orgullo que no ha sido utilizado para llamar a artistas que lo adornase, mis adornos son los cantos de los pájaros, las formas de las nubes, el olor de la sal; orgullo que no ha sido utilizado para imponer un ritual o un formalismo que acabe sustituyendo el objeto del servicio; orgullo que no ha sido utilizado para imponer un calendario, decidme, clérigos ¿qué agenda siguen los sentimientos de nuestros corazones?

He venido para servir al pueblo de Orfalese en la modestia, no he venido a ser servido ni a ver cumplida mi vanidad. En vosotros, clérigos, sigo percibiendo vuestros miedos, en el fondo de vuestros corazones, pensáis que anhelo que vuestros fieles se os enfrenten: vuestra vanidad, vuestros ritos, vuestros adornos ciegan vuestro entendimiento. Vuestros corazones saben que aquí en mi templo podéis descansar, de la misma forma que yo he ido a reposar a los vuestros. Abrid los ojos del corazón, situad el ritual y los adornos por debajo del hombre, son sus creaciones, luego no pueden colocarse por encima de él. Son objetos del sujeto: el sujeto es el hombre y en el corazón del hombre no hay vanidad si se le coloca por encima de sus adornos.”

Se aproximó a los clérigos extendiendo los brazos y entre lágrimas los abrazó uno por uno.

La revuelta popular

Una joven se acercó al profeta y le pregunto

“¿De qué vas a hablarnos hoy, maestro?”

El maestro miró a la joven durante unos segundos. Luego desvió su mirada, pero no para fijarla en ningún sitio en concreto. Su frente se iba arrugando poco a poco, ejerciendo cada vez más presión sobre sus párpados, hasta que éstos vencieron y sus ojos se cerraron. Y así permaneció, concentrado, durante un largo rato. Finalmente abrió sus ojos, miro a los que allí se congregaban y dijo

“No me acuerdo”

“¿Cómo que no te acuerdas?”; “pero maestro, ¿cómo has podido olvidarlo?”; ”te olvidarás también de nosotros cuando partas, ¿verdad?”. Gritaba la gente enfurecida.

”Lo apuntaste en un papel, maestro, ¿dónde está ese papel?” apuntó la esposa de un alfarero

“Lo he perdido”, reconoció el profeta.

“¿Pero cómo lo has podido perder?, ¡eres un desastre!”; “¡Qué decepción!, maestro, ¡Qué decepción!”; “ya no te importamos nada, ¡reconócelo maestro!”.

El profeta braceaba lentamente pidiendo calma al pueblo mientras los ánimos de los allí congregados se iban encendiendo por momentos.

“¡Farsante!” grito un repartidor de frutas.

“¡Fariseo!” grito el dueño de una taberna alzando su puño amenazante

El profeta intentaba hacerse oír entre los gritos del pueblo “Virtuosos sean los tranquilos y los calmados”

“Virtuosos tus cojones, maestro, ya no me creo nada”.

El grupo, a medida que crecían los insultos y los improperios, se iba haciendo también más numeroso.

Un barbero bajito se subió a lo alto de una tapia y grito con rabia “Maestro, me dijiste que fuera generoso con el prójimo, porque eso me traería buena venturanza. Te hice caso y le preste mi mujer a un amigo que había enviudado. Y ahora ella no quiere volver a casa. Me has jodido la vida Maestro”

Otro dijo, “si, a mí me dijo que trabajara con amor, que el fruto de mi trabajo lo iba a disfrutar mi amada. Trabaje día y noche en la construcción de un palacio, y cuando acabó la obra me pusieron de patitas en la calle y ahora no tengo trabajo y mi amada me ha dejado. Y el dueño del palacio no da ni chapa y está tan feliz con sus quince amadas”.

Una joven se acercó al maestro “Yo te escuché cuando dijiste que las ropas escondían nuestra belleza y salí a la calle en pelotas. Ahora todos me llaman zorra y mi padre me ha echado de casa, ¡Te odio!” y escupió sobre los pies del profeta, gesto que fue muy aplaudido por el resto del pueblo.

Alguien desde el fondo lanzó una piedra contra el maestro. No llegó a alcanzarle pero rompió el cristal de una ventana de la plaza y produjo un enorme estruendo, tras el cual llegaron unos instantes de calma.

El profeta aprovecho ese instante para tomar la palabra

“Dichosos sean …”

No pudo decir mas, ya que inmediatamente la gente volvió a replicarle:

“Pesao”, “que rollo tienes maestro”, “vete con el cuento a tu pueblo, que llevas doce años dando la barrila aquí”, “maestro go home”

Y así entre insultos, gritos, y algún que otro empujón el pueblo fue llevando al maestro hacia el puerto, dónde ya esperaba el barco que le iba a llevar donde otros quisieran escucharle.